A todos nos toca escribir alguna vez noticias duras, que nos impresionan, que nos llegan al corazón; sabemos que forma parte de nuestra labor diaria, pero hay noticias que nos resistimos a escribir, como si eso significara que no han sucedido. Esto es lo que nos pasa en estos momentos en la delegación de Pamplona.

La muerte de nuestro compañero Fermín Zariquiegui, a los 51 años, ha llegado demasiado pronto, por sorpresa y nos ha dejado un vacío difícil de cubrir no solo en la delegación sino en el mundo del deporte navarro como atestiguan los numerosos mensajes de cariño que nos están llegando.

Y es que Fermín, hijo del mítico árbitro de fútbol internacional Daniel Zariquiegui, ha mantenido siempre una estrecha relación con el deporte navarro, con coberturas diarias durante más de veinte años en los que se ha ganado el respeto y el cariño de entidades deportivas y compañeros de otros medios de comunicación.

Los mensajes de dolor en las redes sociales y el minuto de silencio guardado por los jugadores de Osasuna durante el entrenamiento son solo algunos ejemplos del reconocimiento que se ha ganado a lo largo de su trayectoria profesional.

Para los que no lo conocíais os lo describimos a través de algunos de los mensajes que nos han enviado los periodistas deportivos: “Fermín era muy especial, conocerle era quererle”, “todavía recuerdo su imborrable cercanía y su dedicación”, “un tío cojonudo que me ayudó muchísimo en mis inicios y siempre con una sonrisa”, “una grandísima persona, el que siempre nos sacaba una sonrisa en Tajonar”… y así podríamos seguir.

Pero Fer no era solo “nuestro deportivo”, era mucho más, era ese periodista que al entrar por la puerta daba “vidilla” a la redacción, que era capaz de hacer reír en los momentos más tensos… ese periodista al que le puedes pedir que haga una guardia de diez horas a las puertas de la cárcel esperando a que salgan los miembros de la Manada aunque eso le suponga una insolación y quemaduras por el sol, el que las noches electorales elabora tablas con los avances y resultados… pero sobre todo era un amigo, un colega con el que hemos compartido buenos y malos momentos durante gran parte de nuestras vidas. Con él y con Cristina, su mujer, quien también colaboró durante años en la agencia como reportera gráfica, y que sin duda, junto con su hijo Izan, son quienes más van a sufrir esta pérdida.

Nunca olvidaremos sus bromas, su devoción por Elvis Presley, al que imitaba con mucha gracia, sus tarareos de canciones de Duncan Dhu, sus demostraciones del “moonwalker” de Michael Jackson en mitad de la redacción… Se nos ha ido un compañero y un amigo al que siempre recordaremos con una sonrisa en los labios.