El periodista Javier García, responsable de la delegación de EFE en China, sostiene que el Gobierno chino no relajaría las medidas para combatir el Coronavirus en varias zonas del país muy afectadas, si no tuviera la certeza de que la situación está controlada porque, de lo contrario, sería “tirar piedras contra su propio tejado”.

Así lo asegura este reportero, uno de los corresponsales de guerra más veteranos de EFE, curtido en mil batallas, y que ahora está librando otra muy diferente de las anteriores: la lucha contra el Coronavirus, una pandemia que se inició en ese país asiático y que se ha propagado ya por todo el mundo, dejando tras de sí miles de muertos y de contagiados.

Javier García, de 55 años y padre de una niña de tres, tiene muy claro que “el Gobierno de Pekín intentó ocultar la enfermedad en un primer momento” y que “no fue lo suficientemente rápido a la ahora de prevenir y alertar a la población y al mundo” de lo que se avecinaba: la mayor emergencia sanitaria del siglo XXI.

Y es que los primeros casos de Coronavirus se produjeron, según parece saberse ahora, en noviembre de 2019 y no se informó de ellos a la Organización Mundial de la Salud (OMS) hasta el 31 de diciembre, recuerda el responsable de la oficina de EFE en China, antes de apuntar que después “se dio cuenta del error e intentó corregirlo apresuradamente, con medidas drásticas que parecen haber dado resultado”.

El periodista habla seis idiomas (inglés, francés, alemán, portugués, español y gallego) y lleva más de dos décadas trabajando en EFE, donde ha desarrollado una envidiable carrera profesional, no en vano ha sido también responsable de las delegaciones de Fráncfort, Venezuela, Jerusalén y Argel y el norte de África.

La guerra del Líbano en 2006, la captura de 15 marines británicos en Irán en 2007, la operación Pilar Defensivo del Ejército israelí contra la Franja de Gaza; el reconocimiento de Palestina como Estado por la ONU; la Primavera Árabe en Túnez, Libia y Argelia; el derrocamiento de Ben Alí, la guerra en Libia de los rebeldes contra las tropas de Gadafi desde Bengasi, sangrientos atentados terroristas, o las protestas de la oposición contra el gobierno chavista han sido algunas de sus coberturas más destacadas.

Además, entrevistó al presidente israelí, Simón Peres, y a varios jefes de Estado latinoamericanos, entre muchos otros.

A continuación, la entrevista completa:

Pregunta: ¿Cómo estáis llevando el tema del Coronavirus en China?

Respuesta: Bueno, ahora estamos empezando a ver la luz al final del túnel. Pero la gente no acaba de fiarse y nosotros tampoco. Además de las dudas sobre la fiabilidad de los datos oficiales, parece que cuando llevas mucho tiempo tomando medidas de precaución éstas se adhieren de algún modo extraño a tu piel y te cuesta abandonarlas. Igual que a las ciudades les cuesta desprenderse de ellas y a los gobiernos.

Han sido semanas muy complicadas, entre la incertidumbre y el encierro. Menos mal que el exceso de trabajo nos ha dejado muy poquito tiempo para pensarlo detenidamente.

P: ¿Cómo y cuándo se empezaron a conocer los primeros casos?

Los primeros casos se conocieron el 3 de enero cuando la Comisión Municipal de Salud de Wuhan informó por vez primera de un misterioso brote de neumonía en un mercado de pescados y mariscos de la ciudad de Wuhan, en el que también se vendían animales salvajes. Luego se supo que un médico había informado el 30 de diciembre a sus colegas de algunos casos y que le reprendieron por ello.

P: ¿Qué es lo primero que se te vino a la cabeza?

R: Cuando seis días después se informó de que se trataba de un coronavirus similar al SARS, que había causado estragos en 2003, pensé cómo podría controlarse una epidemia en un país superpoblado de 1.400 millones de personas, con megaciudades de decenas de millones. Aunque el SARS acabó dominándose, tardó varios meses en estar bajo control.

Pensé también en mi hija, hasta ese momento no sé sabía que afectaría menos a los niños, que me parecían carne de cañón ante una epidemia, ya que todo lo quieren tocar siempre.

P: ¿Crees que el Gobierno ha ocultado información?

R: Sí, especialmente al principio. El Gobierno no comunicó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) hasta el 31 de diciembre que había detectado casos de esta “misteriosa neumonía”. Un día antes reprendió al médico Li Wenliang por haber informado a sus colegas sobre los infectados aislados en el hospital de Wuhan en que trabajaba. Ha cambiado además varias veces los criterios para considerar confirmado un caso.

Ahora algunas informaciones aseguran que los primeros casos se detectaron ya en noviembre. Parece claro que Pekín trató de ocultar la enfermedad en un primer momento y no fue lo suficientemente rápido en prevenir y alertar a la población y al mundo.

P: ¿La sigue ocultando?

R: Creo que después se dio cuenta de su error e intentó corregirlo apresuradamente. Tomó medidas drásticas, como poner en cuarentena a 60 millones de habitantes y a casi todo el país en semi-cuarentena, lo que parece que ha dado resultado finalmente, teniendo en cuenta la rapidez de transmisión que el virus ha demostrado en países como Italia o España.

P: Y en cuanto a la mejoría de la situación, ¿te parece que es realista?

Podemos creernos quizás los datos de casos confirmados que nos cuenta el Ejecutivo chino, otra cosa es que la cifra de contagios ocultos se desconozca y pueda ser mucho mayor. Tampoco está nada claro el tema de las personas asintomáticas a las que no se les ha hecho el test. Pero si el Gobierno relaja algunas medidas en varias zonas del país y en ciudades muy afectadas de la provincia de Hubei, por ejemplo, quiero creer que es porque tiene datos comprobados de que la situación está bajo control. Lo contrario sería tirar piedras contra su propio tejado.

P: ¿Crees que hay más fallecidos de los que el Gobierno asegura?

R: Fallecidos posiblemente no. Es muy difícil esconder a los muertos y además no tendría sentido. Lo que sí puede haber es gente, sobre todo ancianos, que se ha muerto en su casa creyendo que era de otra cosa, cuando en realidad tenía el virus.

P: El Gobierno chino ha anunciado que ya tienen una vacuna para combatir el coronavirus? ¿Qué se sabe de eso y cuándo crees que estará lista?

R: Han desarrollado una vacuna y van a comenzar los ensayos clínicos en humanos. Pero de ahí hasta que la vacuna pueda estar disponible para aplicarse masivamente aún queda bastante tiempo. Los medios oficiales chinos hablan de entre 12 y 18 meses.

P: ¿Cómo os organizáis en la Delegación?

Desde que cerraron todos los locales comerciales en Pekín y la ciudad quedó vacía a finales de enero estamos trabajando desde casa. Ahora somos seis personas en la delegación: una administrativa, una traductora y cuatro periodistas, aunque a uno de los compañeros le ha fallecido un familiar muy cercano y ha tenido que irse a España hace tres semanas. Él quería regresar a finales de mes pero le acaban de suspender los vuelos.

Además, tenemos una plaza vacante sin cubrir desde hace un año en Pekín más la corresponsalía de Shanghái, que también se ha quedado vacía hace más de un mes. Nos comunicamos por skype, organizamos turnos e intentamos salir cuando empezó a ser posible a hacer crónicas o entrevistas fuera.

Hacemos una vídeo reunión al menos una vez a la semana para debatir los temas y organizar el trabajo. Suele ser los viernes pero a veces debemos dejarla para el lunes porque quien trabajó el fin de semana anterior libra jueves y viernes e intentamos que todos puedan participar. Esas reuniones son útiles también para ver cómo lo vamos llevando todos.

Hemos tenido que adelantar el horario de apertura porque los datos diarios de nuevos casos comenzaron a darlos muy temprano por la mañana. A veces surge algún problema de coordinación y hay que tener en cuenta que no es una situación fácil para nadie, más en la últimas semanas que al encierro aquí se sumó la preocupación por nuestras familias, amigos y compañeros en España.

P: ¿Cómo vivís ahora que la central esté por primera vez también en la historia de EFE trabajando en remoto, incluso la edición?

Desde que la central está también en teletrabajo nos resulta muy fácil ponernos en la piel de los compañeros y comprender los problemas que pueden tener allí, agravados porque hay muchos más departamentos y personas.

El teletrabajo es una buena alternativa pero le falta la comunicación inmediata personal que tienes en la redacción, eso es insustituible. La clave está en tener paciencia y no esperar siempre una respuesta inmediata por el mero hecho de estar en casa.

Aquí se sumaron los habituales problemas de censura de internet en China que empeoraron con la pandemia. La principal VPN con la que trabajamos para esquivar la “gran muralla digital” dejó de funcionar y tuvimos que contratar otras. Aún así Skype, que ha sido nuestra herramienta básica de comunicación junto a la aplicación de mensajería china Wechat, nos ha dejado tirados algunas veces.

P:¿Cómo obtuvistéis el material para protegeros. ¿Lo facilita el gobierno, lo tuvistéis desde el primer momento?

R: El gobierno no ha facilitado nada. En el primer momento nos apañamos con algunas mascarillas que teníamos en casa para los días de contaminación, luego conseguimos algunas más en tiendas de importación para extranjeros.

Después fue fundamental el apoyo de Manuela Fernández Castro, en recursos humanos y de Rocío Gómez del servicio de prevención que enseguida se movilizaron para enviarnos mascarillas.

Más complicado fue conseguir líquido desinfectante, ya que se agotó enseguida y no se podía enviar desde Madrid por mensajería.

Nos organizamos con botellas de alcohol y lejía, lavándonos mucho las manos y extremando las medidas de higiene.

P: ¿Cómo vais afrontar el trabajo cuando se levante la prohibición de salir a la calle? ¿Qué medidas vais a tomar?

Te puedo contar que ahora mismo estamos viendo la forma de viajar a Wuhan, donde han anunciado que el confinamiento se levantará el 8 de abril pero al parecer a partir de este sábado, 28 de marzo, puede haber una posibilidad de entrar en la ciudad. Es un resquicio complicado porque te piden un certificado que demuestre que has estado al menos 14 días en Pekín para no tener que realizar la cuarentena allí nada más llegar.

Además, no podríamos salir de Wuhan hasta el 8 de abril y tendríamos que hacer una cuarentena obligatoria en un hotel al regresar a Pekín, que hay que pagar. Pero creo que debemos intentarlo porque hay muchas historias que contar en la ciudad donde empezó todo.

En caso de que al final podamos viajar, lo haremos llevando trajes protectores, mascarillas, guantes, desinfectantes, plásticos para cubrir los micrófonos de la cámara y todo el material de prevención posible.

Una vez allí, donde todavía no está claro que haya hoteles abiertos y más para extranjeros, intentaremos extremar las precauciones, como hemos hecho en Pekín todo este tiempo.

P: Y desde el punto de vista personal, ¿cómo está llevando tu familia la situación? ¿Puedes conciliar el trabajo con tu vida familiar?

R: Mi hija, de tres años y medio, se quedó sin guardería desde el 23 de enero. La verdad ha sido sorprendente cómo se ha adaptado a la situación. Al principio preguntaba por qué duraba tanto esta vez el Año Nuevo chino.

Aunque a veces puedes perder la paciencia, es un gusto tenerla a mi lado mientras trabajo. Se ha adaptado muy bien a llevar mascarilla o a lavarse frecuentemente las manos.

Para los tres ha sido todo un reto pasar tanto tiempo encerrados juntos en estas complicadas condiciones pero creo que hemos conseguido superarlo. El apoyo de mi mujer, cuyo trabajo también se ha cancelado por la epidemia, ha sido clave todo este tiempo. Porque en una crisis como esta es complicado conciliar el trabajo con la familia, las jornadas laborales son demasiado largas y al final no queda tiempo para casi nada más.

P: Cuéntame cómo es tu día a día en Pekín. ¿Cómo decidís las noticias que vais a cubrir? ¿Tenéis agenda informativa? ¿Es fácil acceder a las fuentes?

R: No es nada fácil acceder a fuentes oficiales directas en China, aunque en alguna ocasión lo podamos conseguir. Primamos mucho los temas propios, la crónica social, contar lo que pasa y cómo vive la gente en un país inmenso que atraviesa cambios vertiginosos. Hay mucho que contar de toda esa ebullición aparente y también subterránea que vive el país.

Los cambios han sido tan grandes que pueden pasar desapercibidos. El desarrollo económico y tecnológico de los últimos 30 años no tiene parangón y convive con una tradición y un modo de actuar ante la vida que para un occidental sigue siendo un misterio. China sigue siendo el gran desconocido en Occidente, con una imagen repleta de clichés.

Respecto a las fuentes propiamente dichas, todos los días hay una rueda de prensa del portavoz del Ministerio de Exteriores en la que se expresa la postura oficial. Se pueden hacer preguntas pero las respuestas no suelen salirse nunca del guión preestablecido. La agencia estatal Xinhua y los medios oficiales son también de obligada consulta al igual que los escasos medios privados, los únicos en los que se pueden encontrar informaciones críticas con el gobierno.

P: Has trabajado la mayor parte de tu vida en lugares complicados y cubriendo conflictos bélicos. Háblame de los trabajos que has desarrollado.

R: Antes de Pekín estuve en Caracas, donde viví el deterioro del país tras la muerte de Chávez y las protestas de 2017 de la oposición contra el gobierno de Maduro, que duraron varios meses y dejaron un saldo de más de cien muertos. Durante las protestas hubo un momento que no podíamos sacar a pasear a la niña, entonces un bebé, porque en nuestra calle había gases lacrimógenos a diario. El barrio estaba lleno de barricadas. A eso se unía la escasez y los cortes de agua diarios. La relación con el gobierno no era fácil. En una ocasión me retuvieron en el aeropuerto varias horas, me llevaron encañonado a hacerme radiografías y me impidieron coger un vuelo a España.

En Jerusalén informé de la operación Pilar Defensivo contra la Franja de Gaza, del reconocimiento de Palestina como Estado por la ONU, de la expansión de las colonias judías en Cisjordania, del movimiento de los indignados y entrevisté a Simón Peres como presidente.

En Argel y norte de África (Argelia, Libia, Túnez y el Sahel) cubrí la primavera árabe en Túnez, Libia y Argelia. El derrocamiento de Ben Alí en Túnez. Después, la guerra en Libia cuando los rebeldes se alzaron contra el régimen de Gadafi desde Bengasi. Allí tuvimos un momento especialmente duro cuando las tropas de Gadafi se llevaron al fotógrafo español Manu Brabo, que entonces colaboraba con EPA y EFE.

Había estado con él en un bar la noche anterior. Cuando desapareció, no sabíamos que se lo habían llevado, había ido a la línea del frente y no regresó. Fueron momentos complicados hasta que se confirmó que le habían capturado. A otro fotógrafo de los que iban con él, el sudafricano Anton Hammerl, lo mataron los gadafistas.

Desde Argelia también cubrí la época de casi diarios atentados terroristas o los secuestros de cooperantes españoles en países del Sahel como Malí.

P: Te has enfrentado a una infinidad de coberturas relevantes, pero ¿cuáles han sido las noticias que más te han marcado?

R: Quizás las de las guerras son los que más te marcan porque te dejan imágenes que no se te van de la memoria. En las guerras vives experiencias extremas en las que suele aflorar lo peor pero también lo mejor del ser humano: Puedes ver una explosión destrozar cuerpos por los aires o un barrio de Beirut en escombros con gente buscando sus pertenencias entre los cascotes. Pero en medio de esos dramas, también sale lo mejor de las personas.

Me viene a la cabeza el recuerdo de la evacuación de un hospital rebelde en el frente de batalla de Ajdabidya, cerca de Bengasi, poco antes de que llegasen las tropas de Gadafi. Al marcharnos a toda prisa en el coche con el resto del personal del hospital, vimos a un médico que se quedaba completamente solo de pie ante la puerta, con el fusil en la mano y todavía enfundado en su bata verde de operar, para defender a los pacientes que no podían abandonarlo porque estaban postrados en sus camas. Ese tipo de imágenes se te quedan incrustadas en la retina toda la vida.

P: Háblame de la experiencia más dura que te ha tocado vivir en el ámbito profesional.

R: La más dura quizás no fue en una guerra, sino en un atentado de ETA, el de Irene Villa, hace casi 30 años. Quizás me marcó tanto porque aún era demasiado joven. Entonces trabajaba como corresponsal de la Televisión de Galicia en Madrid y por la mañana temprano tuve que salir corriendo a una calle del barrio de Aluche porque había estallado una bomba. Cuando llegue al lugar la escena era dantesca, había trozos de cuerpos y de piel colgando de las ramas de los árboles. Esa imagen se me ha quedado grabada, igual que la de la luz del amanecer de aquel día.

P: ¿Y la más amable?

Amables ha habido muchas: entrevistas o actitudes de gente que te conmueve, muchas veces personas de la calle, sin grandes apellidos, también encuentros con gente a la que admiras por su talento o su calidad humana. Otros momentos en los que puedes apreciar la maravilla del ser humano y la fuerza que tiene la vida para sobreponerse a las peores circunstancias.

En la guerra del Líbano, unos compañeros y yo fuimos a visitar a dos pequeños, Hassan y Sukna, de diez y doce años, que estaban ingresados en el hospital tras haber jugado en la calle con una bomba de fragmentación del Ejército israelí que confundieron con una pelota de tenis, tres días después de que acabara el conflicto en un pueblo del sur del país.

Hassan le pasó la “pelota” a Sukna y, antes de que llegase a sus manos, estalló en el aire, afortunadamente a mitad de camino entre los dos. El niño llegó con el estómago abierto y los intestinos colgando al hospital de Tiro, aunque consiguieron coserle las múltiples perforaciones que tenía.

Sukna quedó conmocionada por el estallido y con trozos de metralla en la cara y el cuerpo, aunque menos grave que Hassan. Con una cicatriz que le recorría el estómago de lado a lado, el niño ya era capaz de hablar y hasta esbozar una sonrisa cuando le visitamos al día siguiente de su operación en el hospital.

La niña nos miraba en cambio fijamente a los ojos pero no dijo nada en todo el tiempo que estuvimos allí. Al acabar la visita, le ofrecí a Sukna la libretilla de EFE, tras sacarle las primeras hojas ya anotadas. Al salir de la habitación, los tres periodistas nos quedamos un buen rato sentados en los pasillos del hospital sin poder mediar palabra.

No volví a saber de ellos, hasta que tiempo después en Madrid me encontré una carta en el buzón: un médico amigo del hospital de Tiro me explicaba que los niños habían sido ya dados de alta y habían vuelto a su pueblo, y me enviaba un dibujo en una hoja rayada de las libretas de EFE de una casa bajo el sol y unos niños jugando firmado por Sukna. Me alegró muchísimo recibir aquella carta con el dibujo.

P: Cuenta alguna anécdota graciosa, de esas que cuentas a tus amigos cuando te preguntan sobre tu profesión.

También me ocurrió en el Líbano. Me perdieron la maleta en el vuelo de Madrid a Damasco, desde donde tenía que viajar por tierra hasta Beirut ya que el aeropuerto de la capital libanesa estaba cerrado.

Tras un viaje de varias horas en taxi por carreteras sembradas de cráteres, llegué a Beirut donde mi relevo me había dejado un casco y un chaleco antibalas. Por suerte, se había olvidado tres camisas en la habitación del hotel pero me quedaban a la altura del ombligo.

Envié mi única muda a la lavandería y días después, justo antes de salir pitando para el sur del país porque se había declarado la paz, abro la bolsa de ropa limpia en la habitación y me encuentro con una camiseta de tirantes y dos piezas de lencería roja. Se confundieron, pero había tanta prisa que tuve que arreglármelas varios días con la ropa prestada de un colega.

P: Al margen del Coronavirus, ¿qué temas centran vuestra actividad diaria?

R: China está en el ojo del huracán informativo a todos los niveles: desde la economía a la sociedad, pasando por la política, la tecnología o los derechos humanos.

La guerra comercial con Estados Unidos, que es también una lucha por la supremacía tecnológica y mundial en suma, nos ha tenido bien entretenidos en los últimos tiempos. Al igual que las protestas en Hong Kong o la situación en Taiwán, donde los partidarios de la independencia son cada vez más.

La relación económica de China con Latinoamérica, que es cada vez mayor, ocupa también buena parte de nuestro trabajo. China le está quitando a Estados Unidos su tradicional “patio trasero” y eso levanta ampollas. También la relación con España, que últimamente se estaba impulsando. La información económica tiene mucho peso en general, las grandes empresas tecnológicas, financieras y de otros sectores.

El megaproyecto de la Franja y la Ruta, con el que China quiere extender su creciente influencia en el mundo. Pero, como te digo, lo que me parece más interesante de China son todos los cambios que está viviendo su sociedad y esa simbiosis entre la tradición y la vanguardia. A veces tienes la impresión de estar viviendo en el futuro y en el pasado a un tiempo. Es lo que intentamos contar en nuestras historias más elaboradas.

P: ¿Cómo llevas vivir tan lejos de tu Galicia natal?

R: A Galicia y al mar los llevas siempre contigo allí donde vayas. Después de muchos años viviendo fuera, la “morriña” o el “Heimweh”, que dirían los alemanes, se compensa con la realización del “Fernweh” (la nostalgia de estar lejos), que también dirían ellos. Estás tan ocupado en empaparte de la nueva cultura y descubrir sus claves que no te queda espacio para la melancolía.

Hay momentos que preferirías no vivir tan lejos, como cuando murió mi madre, de quien no pude despedirme en persona. O también los momentos felices de familia y amigos que no puedes compartir. Pero me gusta conocer otros mundos y, en cierto modo, compensa. Eso sí, en Galicia, frente al mar, viendo como el sol se acuesta en el agua, me gustaría pasar mis últimos años.