La Agencia EFE parte de unos estándares de calidad que muchos otros envidian y su principal valor es, “sin duda”, la fiabilidad.

Así lo cree Javier Lascuráin, quien lleva 32 años en EFE y quien, desde hace unas semanas, se ha incorporado al departamento de Nacional de EFE, procedente del encargo de la revisión del libro de estilo y de la creación, alrededor de él, de otras herramientas.

Unas herramientas “que nos ayuden a todos a unificar el modo en que abordaremos y producimos  la información: un nuevo sitio interno de norma y estilo, disponible a través de la intranet con guías, modelos y ejemplos útiles para el trabajo diario en EFE, la puesta en marcha de boletines para comunicar las novedades en ese ámbito, la preparación de formación sobre estilo y normas, entre otros”.

“Hay que tener claras las normas que rigen nuestro trabajo periodístico”

“Creo que es importante que una empresa como la nuestra, con cientos de periodistas repartidos por el mundo, tenga claras, accesibles y actualizadas las normas que rigen su trabajo periodístico. No puede ser que muchas veces tengamos que recurrir a los más antiguos del lugar, a un correo electrónico perdido o a unas cutres fotocopias de no se sabe qué año para saber cómo hacer una determinada tarea. Y no puede ser que aprobemos unas normas (las que sean) y las dejemos arrumbadas en un cajón, de modo que años después (hasta décadas después) nadie sabe si están vigentes o no. Todo eso trata de solucionar esa iniciativa”, asegura en conversación con EFE.

Un profesional de la casa que siempre tuvo claro que quería trabajar en un sitio como EFE: “una empresa grande y una gran empresa, que hace gala de su papel de servicio público y de sus principios, que cuenta con un estatuto y un consejo de redacción diseñados para blindar su independencia, que tiene profesionales de primerísimo nivel en todas sus áreas. No me gustaría que sonara complaciente: tenemos mucho que mejorar, pero tampoco debemos olvidar que partimos de esos estándares de calidad que muchos otros envidian”.

Un lugar de trabajo cuyo principal valor, asegura, es, “sin duda”, la fiabilidad: “eso que espero que siga sonando en las redacciones de los medios: ´Si lo dice EFE, es así…´. También su compromiso con unos valores de honestidad y rigor y tener la capacidad (y la voluntad) de abordar temas que otros no miran, dar voz a quienes en otros sitios no se escucha…”.

Pese a que no siempre tuvo claro que se quería dedicar al periodismo.

“No me considero uno de esos periodistas vocacionales que sabían que querían serlo desde muy jóvenes. Yo tenía claro que quería dedicarme a algo relacionado con las letras y el periodismo me pareció la salida mejor”, remarca, recordando un hecho curioso de cuando EFE estaba en la calle Espronceda, 32 de Madrid.

“Parecerá una tontería, pero quizá los más veteranos recuerden que en los años ochenta el teatro que estaba junto a la sede de EFE en Espronceda -el antiguo Teatro Espronceda-, antes de ser nuestros estudios de televisión, fue una discoteca que yo frecuentaba siendo muy joven. Cuando salíamos de allí me quedaba embobado mirando unas pantallas de esas de fósforo verde que se veían desde la calle y en las que iban cayendo noticias de deportes, de política, de economía, notas fechadas en Madrid, pero también en Buenos Aires, Nueva York, Moscú… Y pensaba, ´quién pudiera trabajar un día en un sitio como este´”, relata.

Y acabó trabajando en EFE.

Una agencia a la que llegó muy pronto a través de una beca, las famosas (de las que se acordarán los de cincuenta y mucho en adelante) de la entonces Caja Madrid.

Antes había hecho prácticas en la SER, trabajó en una pequeña radio local en Murcia y durante un tiempo hizo un tipo de periodismo muy particular: colaboró con una editorial haciendo contenido para revistas dirigidas al público infantil y juvenil.

“Tras la beca tuve la suerte de entrar en EFE, a primeros de 1991, para ocupar un puesto que quedaba vacante en la redacción de noche de Nacional. Después de algo más de tres años, pasé a la sección de Tribunales e Interior, en la que me ocupé sobre todo de Audiencia Nacional y Tribunal Supremo. En 1996 fui nombrado delegado en Cantabria, donde estuve unos tres años”, rememora.

“Regresé a Madrid para hacerme cargo de la sección de Autonomías (me hizo especial ilusión pues había sido becario allí). Siete años más tarde, en 2006, fui designado subdirector de Nacional, una labor que en los años finales (a partir de 2010) compatibilicé con la dirección de la Unidad de Coordinación que se puso en marcha en esa época. A mediados de 2012 me fui como coordinador general a la Fundéu, donde estuve ocho años. Regresé a EFE en 2020 para integrarme en el equipo de coordinadores de EFE 360 y, tras la desaparición de ese departamento, me encargaron la revisión del libro de estilo”, relata.

En todos estos años ha cubierto la información de tribunales, declaraciones y juicios en la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, de terrorismo de ETA, de los GAL, casos de corrupción, narcotráfico…

“Esa época (años noventa) fue muy convulsa en España, pero apasionante para un  ´tribunalero´. Y por supuesto el 11-M, del que me queda la imagen de una redacción sobrecogida por el horror pero entregada a su tarea hasta el agotamiento. Y lo recuerdo como uno de esos casos en los que solo cuando terminas el trabajo y regresas a casa recibes el mazazo emocional que nuestro afán como periodistas y el estrés de esos momentos, no te había dejado sentir antes”,  especifica.

¿El futuro?: “pues no sabría decir; nunca he hecho muchos planes de futuro y siempre he tenido la suerte de estar a gusto donde he caído. La ventaja de EFE es que hay muchas cosas diferentes que hacer y uno no sabe qué será lo siguiente…”.

Un futuro en el ejercicio de la profesión marcado por el “estallido” de las redes sociales, la Inteligencia Artificial (IA) y las noticias falsas.

.De las primeras, Lascuráin tiene claro que no hay que considerarlas ni verlas como un enemigo.

“Si las consideramos el enemigo (y a veces hemos tenido la tentación de hacerlo) vamos mal, porque nos guste o no están ahí y tienen una impresionante capacidad para difundir información y hasta para conformar la opinión pública. Pero es verdad que desde el punto de vista de una agencia te colocan en una tesitura diabólica: tienes que estar para tener presencia, hacer marca, ser visible para tus fuentes y tus clientes… pero no puedes regalar en redes todo lo que estás cobrando a los medios”, considera.

“La fórmula para conciliar esas dos cosas es muy difícil y solo probando diversas alternativas y siendo capaces de cambiar tan rápido como cambia el entorno podremos aprovecharlas y que no nos coman”, sopesa.

De la segunda, está seguro ,“y mucho”, de que nos afectará.

“Hay que ser capaz de manejar la Inteligencia Artificial con la inteligencia humana”

“Quiero creer que, si somos capaces de manejarla con inteligencia (humana) puede ser para bien. Yo creo que la IA, al menos en este momento de su desarrollo (quién sabe qué pasará en unos años o solo en unos meses), no es capaz de hacer periodismo; eso nos toca a nosotros”, opina.

Pero, “sí puede ayudarnos a hacerlo, liberarnos de tareas rutinarias o tediosas para dedicarnos a contar historias y contarlas bien. Lo que me parece claro es que, hoy por hoy (y así lo recoge el Nuevo libro de estilo urgente), si usamos sistemas de IA ha de ser con muchísima precaución porque son muy buenos en algunas tareas, pero muy malos en otras y lo peor es que no lo reconocen; son como los malos estudiantes que nunca dicen que no saben la respuesta y en vez de eso se la inventan. En definitiva, tenemos que probar esas herramientas, pero siempre de forma controlada y bajo estricta supervisión de periodistas”.

Y sobre la información falsa (fake news) está convencido de que es, “sin duda”, el principal reto que tiene esta profesión.

“Y no solo ella, sino nuestros sistemas democráticos. Ya hemos visto como campañas de mentiras orquestadas conforme a ciertos intereses han sido decisivas en cuestiones tan vitales como el bréxit, el auge del trumpismo… Y lo peor no es la existencia de ese tipo de informaciones sino un efecto mucho más peligroso que eso a lo que llamamos posverdad”, afirma.

“Cuando escuché esa palabra por primera vez hace unos años, me costaba entender el concepto. Hoy, por desgracia, me parece que es obvio: cada vez hay más ciudadanos a los que les da un poco igual que lo que dicen sus líderes y hasta los medios en los que se informan sea verdad, siempre que sea lo que quieren oír”, asevera Lascuráin.

Al mismo tiempo, esta situación “tan peligrosa, es una oportunidad para que empresas como la nuestra hagan valer el valor de la credibilidad, de lo comprobado y no contaminado, la fiabilidad de la que te hablaba antes. Quiero pensar que pese a todo, siempre quedarán medios y ciudadanos a los que les importe la información veraz y fiable. Y ahí debe estar EFE”.

Mientras tanto, a aplicar lo que “nos enseñaron a todos en la facultad y que sigue siendo aplicable en una nota de agencia, un texto para web, un tuit o cualquier mensaje en redes… fuentes claras y citadas, comprobación exhaustiva, revisión, aporte de todos los puntos de vista, contexto…”.

Por último, y para las generaciones futuras de periodistas tiene un buen consejo: “ leer mucho, informarse mucho y hacerlo de forma analítica y crítica. Me sorprende la cantidad de estudiantes de periodismo que leen poco. No que no lean el periódico en papel, cosa que doy por descontado que no hacen, sino que se informan poco; apenas leen digitales, ven pocos informativos, escuchan poca radio o pódcast de noticias.

Lo que no tiene duda es que un buen periodista, en diferentes dosis, todos ellos y ellas han de tener “empatía, curiosidad, humildad, insistencia, coraje, habilidad narrativa, ganas de hacerse entender…”.