“Me topé con el vídeo. De noche no dejaba de pensar en ello y escribí el relato audiovisual del tirón, al día siguiente”. Jordi García es el director de “Hermann”, el corto de animación nacido de una historia humana contada por EFE y reproducida en tal multitud de medios de comunicación que basta con decir que ha recorrido el mundo.

Este anciano, que viene del pequeño municipio de Unterkirnach, en la selva negra alemana, vive en Vigo con su esposa Teresa, que, paradojas de la vida, sufre la misma enfermedad que él, en el caso de ella más avanzada.

Cada tarde, a las ocho, este germano, que dentro de escasas horas cumplirá 80 años, ha estado saliendo a su ventana a tocar la armónica. El primer día, su cuidadora, Tamara, le hizo creer que los vecinos de las casas aledañas estaban en sus terrazas y se mostraban tan efusivos porque esperaban ansiosos su recital.

Un entrañable gesto que, en horas, se convirtió en real.

Jordi se emocionó al conocer que esta agencia se había enamorado del relato prácticamente como él: por una maravillosa casualidad cuyo germen está en una conversación.

“Este Hermann se empecinó en que le comprase un instrumento nuevo antes del confinamiento. Está un poquito peor, pero hoy para animarlo le conté que tenía espectáculo, que todo el mundo esperaba por él esta tarde y que debíamos demostrar que había sido una buena adquisición. Se emocionó cuando las miradas se dirigieron a él. Le dije: ¡Vaya conciertazo, eh! Y lloraba. Es muy bueno”.

“¡Pero eso tiene un relato precioso! En serio. Qué maravilla. Por favor, hay que pedir los permisos”.

A veces, de lo aparentemente pequeño, hecho de puro sentimiento, sale algo grande. Y la ovación al personal sanitario ha servido también para que vean la luz vídeos de los que tocan la fibra.

Cuando no hay grabadoras ni flashes, el foco se centra en dos personas, Tamara y Hermann, y el apabullante esfuerzo por hacerse entender, porque él ha olvidado casi todo el español que sabía. Cartelería llamativa con mensajes en alemán, mímica, letras, poemas, manuscritos, viejas fotos… Y, sobre todo, la música que, en momentos difíciles, es el mejor refugio.

Cuando Hermann estaba bien del todo presumía de haber sabido rodearse siempre de buena gente, y sobre todo de gente feliz, que es la más productiva. No andaba desencaminado. Lo que no sabe es que él mismo, con su armónica, es el que ha hecho en esta emergencia sanitaria muy felices a muchos. Tampoco echa las cuentas de los cómplices que se ha ganado; aunque sonríe.

Ahora, cuando no está con sus rompecabezas, su yoga doméstico o con sus ensayos (porque se prepara a conciencia) y decide dar uno de los dos pequeños paseos con los que encara cada jornada, lo paran por la calle, dicen bien alto su nombre y le felicitan.

En algunos instantes de brillante lucidez, en los que el idioma, al ser solo dos palabras, no ha supuesto un obstáculo, ha llegado a aconsejar: “Lean Efe”. Porque él sí ha visto el vídeo que hemos divulgado y su nombre en varios teletipos. Lo mismo que ahora hará con el conmovedor audiovisual del estudio catalán ‘23lunes’.

“A ver si ahora se le antoja un violín, como el de su personaje”, opina Tamara, que está a punto de despedirse de él, temporalmente, pues cuando reabran las fronteras, retomará Hermann un viaje que tenía pendiente a su país, a su cuna. En su maleta llevará mucho material que enseñar a los suyos. Aunque allá, también han visto al artista.